Abuso de locura o imaginación, como quieran llamarlo.

A los genios no nos entienden, nos tachan de locos cuando el problema no es nuestra inestabilidad, si no, su poca creatividad.

martes, 25 de septiembre de 2012

Se esfumó como el humo de aquel cigarro.

Su boca a dos centímetros, sus ojos mirándola, detrás nada especial, un campo, árboles y piedras, un lugar precioso apartado de la sociedad con una persona preciosa. Ella lo besa feliz, él la besa entusiasmado. Beso tras beso, se quieren, él la coje de la cabeza y la besa, ella es feliz desabrochandole la camisa, él le quita la camiseta y le besa el cuello y entre los pechos, bajando poco a poco por su ombligo desabrochando el botón de su pantalón vaquero, bajando con las manos y besándola con ternura. Bajaba otra vez a besos, más decidido que de costumbre, ella miraba a la nada, no tenía palabras, su cuerpo arqueado y sus ojos mirando al campo relataban lo que tubo que ser. Pronto le mira agarrando su pelo corto oscuro y apretándole contra ella sonriendo a la par que suspirando. Un montón de ropa fue testigo de la pequeña conversación que tubieron "-Te odio- dijo él mirándola abrazado a su espalda. -Ódiame así, cariño- fue respondido". Él, aplicando la respuesta obtenida subio por su torso desnudo, arrancando su sujetador rosa palo con los dientes sin ningún tipo de pudor. Ella le muerde el labio, y apreta sus uñas a su espalda mientras le siente dentro, todo es maravilloso, no puede ir mejor. Respiraciones aceleradas caldean el ambiente, gemidos como banda sonora de su amor...Entonces pasa, la expresión de su cara cambia al completo.-No puede ser- piensa -¿Sabes que no tomo la pastilla y es a pelo, no? Pregunta temblorosa. Él rie, la sigue besando sin hacer caso, sigue follándola como si no hubiese mañana, hasta volverse a correr, esta vez entre sus pechos -Ya, déjame- dice ella alterada. -Me dijiste que te odiara así, te he odiado así, ahora me correré con un adios para siempre, muñeca.- Dice él rebuscando en la mochila. La besa como jamás había besado, como jamás la habían besado a la vez que pasa por su cuello el frío metal. Apretando, con toda su fuerza mientras la sangre corre por su cuello hasta su pecho izquiero, mientras él baña sus manos en sangre, mientras sus ojos se ponen en blanco más exageradamente que hace unos minutos, ella ahí impregnada entre sangre y semen, él la besa por última vez, después se abrocha los pantalones y pasa a ponerse la camisa azul. Y se marcha encendiendo un cigarrillo Camel, mirándola por última vez, degollada, empapada y solamente vestida con unos zapatos de tacón rojos. -Que preciosa era-piensa mientras se acaricia los labios y sonríe expulsando el humo, blanco, como el cadaver que dejaba atrás y no parecía importarle.

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