Abuso de locura o imaginación, como quieran llamarlo.

A los genios no nos entienden, nos tachan de locos cuando el problema no es nuestra inestabilidad, si no, su poca creatividad.

sábado, 28 de julio de 2012

Eduardo.


Ella pequeña, diminuta comparada con él, con su elevada edad y su gran esquizofrenia. Que poco sabe ella de él cuando en realidad cree que lo sabe todo. Cuando lo abraza o le besa el cuello, cuando corre a verlo después de días separados. Porque le quiere. Porque con él se siente segura, porque ríe cuando él amenaza y despotrica sobre alguien, porque se crece  cuando él lleva una barra de metal. 
Que niña más frágil, más inocente, una muñequita de porcelana junto a ese maldito bastardo. Los días pasan, son bastante felices, entre cigarrillos y marihuana, entre abrazos fuertes, pequeños bocados y besos en su piel. Siempre dosis controlada.
Un día llega él, nervioso, temblando. 
-Tu, niña, dame un cigarro.
-No tengo.
-¿Como que no tienes? Me cago en la puta, no haces nada bien.- Dice él, mientras la da una patada, ella, niña como es, no sabe reaccionar. 
"Estoy con un jodido drogadicto" piensa para sí. Enfadada le responde la patada. con un sutil:
-Yo también sé dar patadas eh. 
El peor error que pudo cometer. Ese día la relación cambio, ella no podía separarse de él, él se lo impedía.Un día él tiene la ocurrencia de tratarla peor que nunca, a esa pobre niña que no tenía la culpa de nada, que estaba ciega, ciega de amor y drogas. Ese día, la pequeña la jodió, le contestó. 
Eso a él, a ese demonio de alma negra le pareció el mayor insulto que jamás habría visto. Él se levantó del banco sin dudarlo un momento, la agarró del pelo, empujándola hacia atrás donde 
se enciscó con su cara, a puñetazos, con su cuerpo a patadas, delante de todos, dejando en evidencia su poca salud mental. Asestandola varios puñetazos en la cara. Ella, pequeña muñequita, calló al suelo desvanecida por el miedo, paralizada solo hacía llorar, corriéndose
 su rimel negro ahora mezclado con la sangre que desprende. Con una respiración acelerada y aovillada por el pánico, todos dejan lo que están haciendo para acercase a ella, para sanarla, a esa pobre niña que jamás había roto un plato, que se apartaba de todo lo malo. Mientras él se alejaba en la oscuridad con paso ligero, fumándose un porro, como si no importara lo que acaba de hacer. 
Desde ese día la pequeña cambió, ahora hace llorar a cualquier hombre. 


Desde entonces ella es una bala perdida y a nadie parece importarle.

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